Seguramente has notado que el tema de la mujer está muy en boga hoy en día. En todas partes se escucha sobre el empoderamiento femenino, el peligro del patriarcado y los derechos sobre el propio cuerpo. Habiendo tanta información y tantas propuestas para la mujer del siglo XXI ¿Qué hace de IMA un proyecto diferente?
La búsqueda de un espacio de mujeres donde poder compartir y crecer tanto en conocimiento como en experiencias de vida, fue una época llena de aprendizajes, pero también de muchas desilusiones. Nuestro corazón nos llamaba a vivir en plenitud nuestra feminidad, comenzando por el conocimiento de nuestro cuerpo, hasta nuestra mente y aquello que pueda también florecer nuestro espíritu. Sin embargo, todos los cursos, talleres, círculos de encuentros, coaching y demás no hacían más que dejarnos una sensación de vacío y desasosiego en el alma.
No quiere decir que otros espacios o propuestas sean malos o peligrosos ¡lejos de nosotras emitir un juicio de ese estilo! Simplemente, es que no encontrábamos ninguna propuesta completa, que llene el anhelo del corazón. Plagadas de fantasías o con tintes de ideologías y pseudo-espiritualidades, todo aquello que encontrábamos, parecía alejarse de la realidad y apuntar más al feeling que a la búsqueda sincera de la verdad.
Teniendo gran inquietud por la filosofía y el encuentro con el ser y su unidad, bondad, belleza y verdad, comenzamos a indagar en preguntas más existenciales respecto a nosotras mismas y a la naturaleza de la mujer ¿qué es la naturaleza femenina y en qué difiere de la del varón? ¿tiene importancia el concepto de feminidad o es una cuestión chapada a la antigua? ¿qué implicación tiene la ciclicidad en nuestra esencia corpóreo-espiritual? ¿está el ciclo femenino relacionado sólo a la sexualidad o tiene algún otro propósito? ¿cómo influye nuestra naturaleza en el campo de la salud y la enfermedad? ¿ha sido el rol de la mujer impuesto por la sociedad o hay alguna verdad objetiva de fondo? ¿qué implicación tiene la belleza con el ser femenino?…
Los conocimientos en antropología filosófica, nuestros arraigados valores cristianos, así como la importancia de conectar con la realidad, fueron abriendo el camino de lo que se concretaría en el proyecto IMA. Largas conversaciones y una exhaustiva búsqueda de respuestas culminó en un propósito común: crear un espacio donde compartir y profundizar en aquellos aspectos que no encontrábamos fuera.
Pero ¿por dónde empezar? Los temas relacionados con la mujer parecen infinitos y existe ya tanta y tanta información al respecto….¿qué haría de IMA una propuesta distinta? ¿Qué era aquello que en realidad buscábamos sin encontrar?
La respuesta surgió espontáneamente mientras preparábamos un taller. Se trata de una palabra muy subestimada hoy en día, pero cargada de todo el contenido que da respuesta a nuestras inquietudes: la initmidad.
Varios filósofos, han hablado y desarrollado el tema con mayor precisión de lo que nosotras pretendemos hacer. Desde el cáracter dialógico de Heiddeger y el Yo-Tú de Martín Buber, hasta el ser personal de Leonardo Polo, pasando por varias líneas tanto existencialistas como personalistas, encontramos que el ser humano es esencialmente un ser en relación. El encuentro personal con el otro no es mera casualidad o respuesta a una necesidad afectiva, sino parte fundamental del propio ser. Pero ¿qué es exactamente ese encuentro? ¿dónde y cómo sucede?
Sin querer entrar en extensas indagaciones al respecto, basta decir con que el encuentro verdadero se da en el interior. Ya lo decía Miguel de Unamuno al expresar que “tienes que hacer universo buscando dentro de ti ¡adento!”. Sólo en lo profundo de nuestro ser se genera el encuentro con nosotros mismos, con la realidad, con los demás y con el Creador. Por el hecho de ser personas, tenemos una dimensión que se abre irrestrictamente y de la que cada uno es dueño y señor. Se trata de un espacio tan inmenso como único e irrepetible, aquello que es propio del ser humano a causa de su ser personal. Es aquello que abarca todo, desde lo cual vivimos y existimos, donde se realiza en plenitud nuestra existencia y descubrimos el sentido de la vida.
Esa dimensión, ese lugar, ese espacio personal es lo que algunos llaman corazón y que nosotros denominaremos intimidad. “Es la morada donde yo estoy, o donde yo me habito (según la expresión semítica o bíblica: donde yo me adentro). Es nuestro centro escondido, inaprensible , ni por nuestra razón ni por nadie; sólo el espíritu de dIos puede sondearlo y conocerlo. Es e lugar de la decisión, en lo más profundo de nuestras tendencias psíquicas; es el lugar de la verdad, allí donde elegimos entre la vida y la muerte; es el lugar del encuentro, ya que a imagen de Dios vivimos en relación. Es el lugar de la Alianza” (CEC 2563)
Al comprender la importancia de la intimidad y las implicaciones que ésta tiene en todo nuestro ser, pensar y obrar, nos dimos cuenta que se trataba de la respuesta a nuestra búsqueda. Era eso lo que faltaba en todos los seminarios, charlas y talleres acerca de la mujer. Hoy en día se habla mucho del poder femenino y de sus atributos, pero poco o nada de la implicación que tiene este espacio interior en la naturaleza femenina.
Al prescindir de la intimidad, inmediatamente se anulan valores tan importantes como el respeto o el pudor. Todo es esparcido a los cuatro vientos, relativizando y subvalorando aquello que en verdad importa.
Cuando uno tiene un tesoro busca cuidarlo con la mayor delicadeza y pulcritud. Si sabemos que algo vale mucho, lo ponemos bajo llave para mostrarlo sólo a aquel que realmente lo vaya a valorar, pues nadie quiere echar perlas a los cerdos. ¿Por qué habría de ser distinto con la intimidad, siendo esta nuestro mayor tesoro?
La intimidad es lo propio de la persona, por lo tanto, de ella depende nuestra libertad y la capacidad tan hermosa de amar y ser amados. La experiencia nos muestra a todos, que es clave saber con quién compartir ese espacio, a quién abrirle nuestro corazón. No todos pueden apreciar y amar lo profundo que hay en nuestro ser. Incluso nosotros mismos, dejamos de apreciarlo y amarlo cuando se manosea demasiado.
La intimidad, al ser el lugar del encuentro, es también donde se vive en plenitud ¿A qué nos referimos con esto? En la vida existen sólo dos posibilidades, pasar por las cosas o vivirlas en plenitud. La primera es la propia de una existencia vacía, volcada al qué dirán, a la importancia de las redes sociales y a llenarse de experiencias que nunca llegan a ser experimentadas más allá de una selfie. La segunda, por su parte, implica un yo capaz de salir de sí mismo, de encontrarse con la realidad y llevarla a su interior hasta apropiarse* de ella, deleitarse en su contemplación y compartirla con los demás.
Sólo en ese adentro, podemos ver las cosas de frente, descubrir quiénes somos y para qué estamos aquí. Sólo allí descubrimos el valor y la dignidad de los demás, pues comprendemos que cada persona es también una intimidad, un tesoro inestimable, un espacio al cual debemos entrar descalzos y de rodillas, pues lo íntimo de cada persona es lugar sagrado donde habita el Espíritu.
Esta comprensión de la profundidad del ser y el valor de la realidad nos hace plantearnos las cosas de manera distinta. Es desde esta perspectiva que queremos comprender y redescubrir nuestra naturaleza femenina y nuestro verdadero poder que no consiste en la fuerza, sino en la delicadeza, la belleza y el don de la vida. Sólo con esta mirada podemos adentrarnos en la dignidad real de la mujer y en la perfecta relación de unidad que tiene con el varón. Sólo desde aquí podemos comprendernos como iguales, creados bajo la misma imagen y semejanza, sin superioridades de uno ni otro, sino con la complementariedad que nos hace perfectos. Sólo en este ámbito alcanzamos el verdadero auto-cuidado que nunca olvida el cuidado del otro.
Intimidad, apertura, adentro, corazón… esta perspectiva, tan obvia y tan olvidada, es la llave maestra para comprender el don de la feminidad y adquirir la sabiduría y prudencia de saber con quién compartirlo. Sólo el vivir desde esta dimensión tan única y personal nos otorgará la plena libertad de hablar y actuar sin miedo, sin nada que esconder, abiertas a la verdad y realizándonos en cada acto de nuestra existencia.
*Apropiación espiritual que no implica una posesión material y egoísta